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sábado, 7 de marzo de 2015

Más de cien años de luchas.

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora. 

Por Julia Rugiero, del área de género de Patria Grande Mar del Plata.

Las fechas conmemorativas se transforman en convenciones a las que nos acostumbramos, en momentos que el mercado aprovecha, y muy eficientemente, para vaciar de contenido y aumentar el consumo y las ventas. Pero el 8 de marzo es una fecha muy especial, en la cual las mujeres y varones de Patria Grande salimos a la calle, junto con otras organizaciones, así como se hace en el mundo desde hace más de cien años.
Para valorar la fecha, es necesario hacer un poco de historia. Allá por el siglo XIX, cuando los partidos políticos modernos recién empezaban a conformarse, las mujeres socialistas se unieron, se organizaron y reclamaron. Exigían derechos laborales que les permitieran trabajar con dignidad y que contemplaran sus condiciones específicas; exigían derechos políticos iguales a los que tenían los hombres; exigían poder formarse profesionalmente y no ser discriminadas. En Estados Unidos, en Alemania, en Dinamarca, en Rusia, el sistema capitalista las oprimía aún más que a los trabajadores varones, y no se quedaron calladas. Y por no quedarse calladas, por ser insumisas, los dueños de las cosas, varones ellos, decidieron darles una lección de miedo y muerte. Y fue así como en Nueva York, cerca de 130 mujeres que trabajaban en una fábrica de camisas murieron quemadas, dentro del edificio donde habían iniciado una huelga. A partir de ese hecho, todos los años que siguieron se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora, que se convirtió en Internacional en la década de 1970, y se recuerda a esas mujeres cuyo fuego sigue ardiendo.
A lo largo del siglo XX el movimiento de mujeres en el mundo siguió luchando, fue cambiando, logrando conquistas y derechos importantísimos aquí y allá. En la Unión Soviética, apenas victoriosa la Revolución de 1917, las mujeres establecieron el derecho al voto, al divorcio y al aborto. En América Latina, las mujeres de Uruguay fueron pioneras y establecieron estos mismos derechos antes de que promediara el siglo. A pesar de que la historia muchas veces intenta invisibilizarlas, ellas estaban ahí en cada hecho político y social de esos que cambian el mundo. Estaban en la resistencia de los pueblos indígenas, estaban durante las campañas victoriosas de los ejércitos patriotas de Nuestra América, estaban en la revolución mexicana y en la cubana, estaban en la Plaza reclamando por sus hijos y nietos. 
Hoy tenemos que lamentar que todavía falta mucho. Falta mucho para que la sociedad en que vivimos nos valore y reconozca nuestro trabajo, no nos discrimine, no nos agreda y no nos mate. En nuestro país, las mujeres tenemos peores trabajos que los hombres, somos las principales víctimas de la trata de personas, una de nosotras muere asesinada cada treinta horas en manos de un hombre. Además, todavía cargamos con el peso de un estereotipo social que nos dice que tenemos que ser heterosexuales, que tenemos que ser madres y vestirnos así o asá.  
La ciudad de Mar del Plata, que suele ganar récords que a nadie enorgullecen, también sufre en la actualidad problemas en relación a la brecha de géneros y a la segregación horizontal y vertical de las mujeres en sus lugares de trabajo. Si bien en las últimas décadas las mujeres han aumentado su participación en el mercado laboral, con una tendencia creciente, persisten principalmente dos problemas: el primero, que sus empleos son de “baja calidad”, con desprotección social y menor nivel de ingresos que los de los hombres; y el segundo, que aún continúan siendo las mujeres quienes realizan la mayor parte del trabajo doméstico no remunerado, lo cual implica una doble carga laboral y fortalece los estereotipos de género. Todas estas tendencias se alimentan entre sí a la manera de un círculo vicioso, lo cual se ve representado en las cifras: por ejemplo, la tasa de empleo femenina (proporción del total de mujeres que se encuentra ocupada) es del 34%, representando sólo el 43% del total de la PEA (población económicamente activa); la tasa de desempleo femenina muestra que las mujeres constituyen más de la mitad de los desocupados en la Argentina; a su vez, la tasa de subempleo (trabajar menos de 35 horas semanales y desear trabajar más horas) también es superior en las mujeres; y, finalmente, la tasa de trabajo informal es del 39% del total de las mujeres asalariadas, frente al 31% de los hombres[1].  
¿Qué significa segregación horizontal? Es la concentración de gran parte de las ocupaciones femeninas en ramas de la actividad productiva consideradas de menor valor. El 41% de las mujeres que trabajan lo hacen en ramas como los “Hogares Privados con servicio Doméstico”, los “Servicios Sociales y de Salud”, y la “Enseñanza”. ¿Y la segregación vertical? Es el llamado “techo de cristal”, que impide que las mujeres accedan a lugares de jerarquía en sus trabajos a la par que los varones. La proporción de mujeres en el total de puestos directivos es del 36%. Estas dos características de la discriminación hacia las mujeres en el ámbito laboral dan lugar a la persistencia de la desigualdad en la división sexual del trabajo reproductivo y doméstico. La llamada brecha de género (diferencia existente entre los salarios de los hombres y los de las mujeres, expresada como un porcentaje del salario masculino) muestra que, en promedio, las mujeres cobran un 25% menos que los hombres.
La doble carga laboral es otro aspecto de la desigualdad en la división sexual del trabajo, que se refiere a la suma del trabajo en el mercado (remunerado) más el trabajo doméstico y de cuidado (no remunerado). En la provincia de Buenos Aires, las tasas de participación en las distintas actividades se reparten de la siguiente manera:

Mujeres
Hombres
Trabajo en el Mercado
36%
58%
Trabajo Doméstico
93%
66%
Trabajo de Cuidado
31%
20%
En todas las edades se mantiene la tendencia de que la mujer dedique muchas más horas que el hombre al trabajo doméstico y de cuidado.
A su vez, las desigualdades de género en la distribución de los tiempos de trabajo son más intensas en los sectores de menores ingresos. Esto es, para ser claras, opresión de género y opresión de clase. En Mar del Plata la mayoría de las empresas no cumplen con la normativa de instalar guarderías cercanas a los lugares de trabajo (que se encuentra dentro de la Ley de Contratos de Trabajo), entonces las trabajadoras que tienen hijos o hijas se ven obligadas a buscar otros lugares donde los y las cuiden mientras ellas trabajan. La oferta pública de cuidado infantil es escasísima y se encuentra localizada casi exclusivamente en el centro de la ciudad, y el círculo vicioso vuelve a girar.
Por otra parte, es urgente e insoslayable el problema de la gran cantidad de casos de violencia de género, llegando al extremo del femicidio, en nuestro país y en nuestra ciudad. Según fuentes municipales, se reciben unas 700 denuncias por violencia de género cada mes en Mar del Plata. Los casos de asesinato de mujeres por parte de hombres nos alarman y entristecen, como por ejemplo lo acontecido con Miriam Flurin hace dos semanas. En Mar del Plata, como en cada rincón del país, se realizarán actos y marchas por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Y lo hacemos porque en la calle es nuestra forma de seguir luchando, porque todavía falta y no vamos a bajar los brazos. Patria Grande sale a la calle contra el patriarcado y por la construcción de un feminismo popular, sólo de esa manera es posible crear el socialismo del siglo XXI.






[1] Datos de 2011. Fuente: ACTIS DI PASQUALE, Eugenio y  ASPIAZU, Eliana, “La persistencia de las brechas de género en el mercado laboral argentino. Algunas reflexiones para el debate”, UNICEN, marzo 2013. En base a la Encuesta Permanente de Hogares y la Encuesta del Uso del Tiempo.

Fotos: Angie Barbadillo

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