Por el espacio de cultura de Patria Grande.
En septiembre de 2006, abre sus puertas el Centro Cultural América
Libre. Un monólogo teatral acompaña esa inauguración: “El Hincha de Racing”, de
Norman Briski. Una producción del Centro Cultural El Séptimo Fuego. A lo largo
de estos 8 años de desarrollo del proyecto político cultural América Libre,
hemos contado con el teatro como una de las herramientas que consideramos
necesarias para construcción del mismo. Hoy, con producciones propias para el
Ciclo Teatro por la Identidad, con múltiples talleres, jornadas, intervenciones
y dos salas teatrales, América Libre y el teatro se hermanan más que nunca en
esta idea–acción de que el mundo puede y debe ser transformado.
Entendemos al teatro como producción, como espacio a experimentar,
como análisis crítico a realizar, como idea a transmitir, como juego a jugar. Como práctica para la libertad. Este
indisoluble y estrecho vínculo entre el América Libre y el teatro tiene como
base la idea de acción. Sostenemos
que hay en este lenguaje inmenso y mágico un enorme potencial para accionar hacia
la transformación cultural. El teatro es ACCIÓN. Y puede ser acción
transformadora si nos lo proponemos.
Hay un teatro que se relaciona con los márgenes. Nuestro teatro está
en el margen y se encuentra con otros márgenes para lograr llegar al centro de
la página a dibujar nuestra historia, a contar con nuestros cuerpos lo que ya
no sale de nuestras bocas. Somos hijos del teatro independiente, ese teatro que
se gesta y produce a pulmón. Queremos sembrar algo, por eso nuestra motivación
es compartir con quienes más se pueda nuestro arte.
No trabajamos
por dinero. El dinero no tiene como calcular nuestra entrega, nuestra voluntad
de decir cosas, de conmover y conmovernos, de buscar algún momento de emoción y
reflexión común. Buscamos desarrollar nuevos valores, alternativos a los que
nos propone la sociedad de consumo que busca mercantilizar la vida, y con ella
el arte y la cultura.
El teatro no es
una mercancía. Peleamos por un mundo en el que nadie tenga que pagar por el
arte, ni por producirlo, ni por disfrutarlo. El teatro es un arma disparada
contra la indiferencia, la deshumanización de las personas, el adormecimiento
colectivo. Por eso, creemos que “Es posible que el teatro no cambie el mundo:
pero puede ayudar a mantenerlo despierto”.
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